viernes, 23 de diciembre de 2016

No al libro electrónico

Lo siento. Lo siento por la industria y por quienes defienden con fervor las bondades del libro electrónico, pero yo no puedo con él. Lo he intentado. No solo en las diferentes tabletas que he tenido; llegué incluso a comprarme uno de esos dispositivos -pequeño y ligero, todo hay que reconocerlo-, pero ha acabado perdido en algún cajón de la casa. Ni siquiera sé dónde está. Es más, tampoco puedo asegurar que funcione. Y la verdad es que me da igual. Tras probarlo puedo asegurar que nunca, jamás, leeré un libro en uno de esos aparatejos.

No es porque esté en contra de las nuevas tecnologías. Para nada. Es más, me gusta estar al tanto de lo último, de los gadgets y las novedades. Nadie podrá 'acusarme', por ejemplo, de dar la espalda a redes sociales o a las últimas aplicaciones. Estoy al día de los avances en ordenadores, televisiones y todo tipo de dispositivos. Me encanta disfrutar de una película en 3D o un partido de mi Atleti en 4K. Conozco las últimas tendencias en materia de publicidad, marketing digital y comunicación política y empresarial (todo un mundo, por cierto), y disfruto cantidad echando unas partidas con la Play o la Wii. Pero, repito, el libro electrónico no ha conseguido engancharme. Y ahora toca argumentar.

libro electrónico

Prefiero el placer que proporciona tener un libro entre tus manos, ir pasando sus páginas y, sobre todo olerlo. Esto último debe ser una manía. Acercármelo a la nariz, cerrar los ojos y dejar que ese aroma a libro nuevo, a páginas vírgenes, me atrape supone para mí un placer extremo. Reconozco que lo hago bastante a menudo, casi siempre cuando quiero transportarme, imaginar algo relatado en las páginas que acabo de dejar atrás, dejarme atrapar por las trampas del autor o simplemente disfrutar con lo recién leído. Ese sentido de posesión, de que la historia me pertenece, o el poder subrayar algo, supongo que con la esperanza de que así se me quede grabado en la memoria para siempre, tampoco lo cambio por nada. Ni tan siquiera por la 'comodidad' que supuestamente supone almacenar cientos de títulos en un pequeño dispositivo o leer sin soportar el peso de un libro.

Llámame antiguo si quieres. No te ofendas si te digo que me importa más bien poco. Seguiré comprando, leyendo y almacenando libros. Seguiré visitando librerías e invirtiendo horas cotilleando en ellas. Esa magia, lo siento mucho, no la cambio por nada.

2 comentarios:

  1. ... y ahí va mi segundo comentario en tu blog ;). En este caso, no comparto al 100% tu opinión: yo digo sí al ebook. Hay varias razones: para viajar o ir al trabajo en transporte público, no hay nada mejor que ir con tu ligero ebook; en casa podrás poner más cosas que estanterías para libros (sé de gente que cada cierto tiempo tiene que vender o donar sus libros porque no caben); ahorras (la versión digital es más barata. No hablo de pirateo); y también hay quien habla de la cuestión ecológica del papel... Otra utilidad que yo le doy es leer manuales y otros documentos del trabajo que sean largos: no hay que imprimir ni dejarse la vista en la pantalla del ordenador o la tablet. Creo que nunca dejaré de comprar libros por las mismas razones que tú: el tacto, el olor, el inimitable ambiente de una librería, el ir y venir de las páginas... pero tengo que reconocer que el ebook tiene sus ventajas para ciertos momentos.

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  2. ¡¡Hola, Virginia!! Todo un honor tener a una buena lectora como tú en este blog. No pongo en duda las ventajas 'prácticas' del libro electrónico. Creo, de hecho, que son incuestionables, pero lo que intento plantear es que prefiero esas otras satisfacciones que te da el de papel; el aspecto romántico, si lo prefieres, que te da todo lo que rodea a un libro físico, la activación de esos otros sentidos, que es algo que no se consigue a través del electrónico; el proceso de elección y compra... En definitiva, una experiencia mucho más completa.

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