lunes, 9 de enero de 2017

Librerías de viejo

Librerías de viejo. Me encanta como suena. También lo que evocan. Y sobre todo lo que son y lo que ofrecen: títulos de segunda, tercera, cuarta o quinta mano. Si lo que buscas son rarezas, obras antiguas y/o descatalogadas o simplemente libros a buen precio, es tu lugar. Eso sí, permíteme un consejo: ve con tiempo. Conviene dejarse arrastrar por el placer de rebuscar, cotillear y descubrir sin prisa, sin mirar el reloj ni el móvil. Se trata de un ejercicio de exploración que recompensa más allá de lo que al final encuentres, compres o no.

Librería de viejo
Las librerías de viejo huelen a memoria, a tiempo. Su aroma es único. Es de esos lugares que uno podría identificar nada más entrar incluso con los ojos vendados. Atrapa. Invita a rebuscar en el aparente caos que conforman estanterías abarrotadas y montañas de libros en pasillos, sobre mesas y sillas... en busca de un tesoro mucha veces inesperado. Porque casi siempre se encuentra lo que no se buscaba. A veces también lo que sí se buscaba. Da igual. Casi siempre encontrarás un ejemplar que te atrapará por cualquier motivo: una novela cuya existencia desconocías, esa otra que creías imposible encontrar porque hacía tiempo que estaba descatalogada, ese tebeo que tenías cuando eras niño, ese libro de texto del que ya ni te acordabas, la colección de fascículos que no pudiste terminar, el mítico diccionario Iter-Sopena que guardabas plastificado cuando estudiabas el BUP... Esperado o no, práctico o no, da igual. Ese placer es único.

Hoy en día hacen frente a la crisis con una notable dignidad. Los datos lo demuestran. Dicen que solo en 2014 (último ejercicio del que uno ha sido capaz de encontrar estadísticas) cerraron 912 librerías de las aproximadamente 4.000 que había en todo el país, de las que solo 13 eran de viejo. Puede resultar lógico en los tiempos que corren, claro, aunque también es posible encontrar auténticas rarezas (las menos) por las que se pidan cantidades muy elevadas.

En la ciudad donde resido, Jerez, hay una que me tiene enamorado, Planeta Zócar. Está en la céntrica plaza Vargas, detrás del Ayuntamiento. La regenta un tal Chencho, un grandullón de aspecto afable. Parece vasco, aunque es natural de Cádiz, de donde llegó con su negocio 'a cuestas' hace aproximadamente media docena de años. Cuenta que le llamaron loco cuando decidió abrir una tienda de libros de segunda mano. Bendita locura, en cualquier caso.

Allí, siempre con la servicial atención de un Chencho dispuesto a orientarte en su librería, a decirte dónde encontrar lo que buscas y a hacerte recomendaciones, predominan los libros, como es lógico. Los hay para aburrir. Hay incluso habitaciones en las que es complicado moverse por culpa de los montones de ejemplares que nacen del suelo y que en algunos casos llegan a rozar el techo, dando la sensación de que si retiras uno se va a venir todo abajo. Pero a la tercera visita te acabas dando cuenta de que es un 'desorden ordenado'. Con la lógica de Chencho o de vete a saber quién, pero con una lógica que una vez comprendida facilita la búsqueda. Tiene, además, su encanto.

Hay una zona de novelas, otra de historia, otra de filosofía, otra de cuentos infantiles, otra de tebeos... de todo lo imaginable e inimaginable. Hay incluso una sección de vinilos, normalmente situada bajo cajas y montones de libros de la guerra civil y de las dos guerras mundiales que el bueno de Chencho se ofrece rápido a retirar si quieres.

Siempre he pensado que cualquier día Chencho coge las maletas (y sus camiones de libros) y se nos marcha a Madrid. A la Cuesta de Moyano, por ejemplo, A hacerle compañía, y la competencia, a otro personaje entrañable, Alfonso Riudavets, que cuentan que es posiblemente el hombre que más libros ha vendido en España. Poseedor de un fondo de más medio millón de volúmenes y una biblioteca personal de más de 35.000 que solo hablan de libros, uno tiene la certeza de que haría muy buneas migas con nuestro amigo de Planeta Zócar. Sería una pena. Jerez perdería mucho... aunque muchos todavía no sean conscientes.

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